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lunes, 17 de mayo de 2010

LA DANZA ARABE SANADORA

Cuando empiezas a bailar la danza árabe, lo primero que notas es que despiertas la atención de las personas que están allí. Un leve movimiento de ondular de manos, o el breve shimi shimi agitando las rodillas y ya habrá, por lo menos, un par de ojos atentos. Me sucede con frecuencia y tuve que adaptarme a la idea que el batido de mis caderas cuando llevo el cinturón de moneditas me vuelve notable desde el primer momento. Es sensualidad, y de la verdadera, no tiene nada que ver con eso que las películas de hollywood llaman "sensual" (esas flaquitas de grandes siliconas). Es el gozo de los sentidos aquello que sientes y lo que ves en los ojos de tu entorno. Asusta a algunas, entusiasma a otras, la danza conocida como "bellydance" no deja indiferente a nadie.
Pero entre tanto alboroto de gasas y ombligos inquietos se nos pierde algo muy bonito, muy especial que produce la danza: el efecto mágico de la sanación, la salud del alma. En nuestra cultura oficial parece que el cuerpo y el alma estuvieran separados, pareciera que lo que produce placer físico puede ser un pecado o en todo caso es algo ajeno al espíritu. Pero no es así. Una faena de danza árabe nos demuestra que el cuerpo y el alma están totalmente unidos.
Es fácil darse cuenta que el shimi shimi de la danza árabe -esa vibración en las caderas que puede ser producida desde las rodillas, los talones o la misma pelvis- eleva la energía y sacude todos los tejidos del vientre. Lo que no siempre se sabe es que los tejidos necesitan eso: movimiento y vibración. Salir a trotar, montar bici o bailar flamenco con grandes zapateos también es movimiento pero no es vibración. El shimi shimi es vibración pura ¿ok?
Y también es poderoso el efecto sanador de un suave movimiento de brazos semejando olas del mar o como el batir de alas gigantes. Esta vez estamos abriendo espacio en la caja toráxica, fíjate cómo tienes que mover los omóplatos y separarlos de la columna para poder acercarte a la suavidad de una onda de brazos. Para levantar los codos tan suavemente, hasta la altura de los hombros (y mantenerlos allí durante toda la danza) tienes que tener los músculos intercostales bien elásticos, los bíceps y los tríceps en excelente tono, y si te cansas... pues los entrenas para que no se cansen.
Mira en youtube a las bellydancers. Mueven fuerte y dulcemente a la vez, hay mucha energía desplegándose por ese cuerpo que parece suave y poderoso al mismo tiempo. Las mejores bailarinas árabes son aquellas que tienen esa potencia y al mismo tiempo un gesto de inmensa ALEGRÍA en el rostro. No hay mujeres estreñidas, ni furiosas, ni sumisas, ni dolientes en la danza árabe. Los rostros de las bailarinas expresan plenitud porque eso es lo que están sintiendo.
En próximo post te hablaré sobre el aura (una capa de electricidad y magnetismo que rodea todo lo que está vivo), sus vínculos con la salud y los efectos de la danza árabe sobre el aura. ¡Yo me voy a bailar!

viernes, 26 de junio de 2009

La danza es de todos

Este blog esta aqui para compartir experiencias de danza. Alguna gente dice "no, yo no bailo" porque se supone que hay que tener un cuerpito especial, un vestuario, que alguien tiene que enseñarte los pasos y el desplazamiento. ufff, ¡que fastidio! ¿Sabes que puedes bailar siempre, hasta para acompañar el canto de los pájaros? ¡Siiii! 

Una idea para empezar:

. Quédate en silencio y escucha, hay muchos sonidos a tu alrededor. Encuentra el hilo de uno, síguelo con la mente. Encuentra su ritmo, su regularidad ¿Ya?. Ahora síguelo con una parte de tu cuerpo, por ejemplo con la punta de un pie, golpea el piso al mismo tiempo que el sonido. Puede ser algo así como "tam-tam-tam" o "tchí-tchí-tchí" o "busssss-bussss" Hay millones de posibilidades, todas son buenas. ¡Ya estás marcando el ritmo!. Cuando la punta del pie ya lo está haciendo con gusto, puedes cambiar y hacerlo con la planta del pie completa, con la rodilla, con toda la pierna. Puedes alternar ambos pies, ambas piernas. Y seguir así, con cada parte de tu cuerpo

¿Te animaste? Cuéntame tu experiencia